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Me decido a esta memoria para dejar constancia de este acontecimiento, que me parece singular: Interpretar Romances por la comarca del Marquesado del Zenete.

Mientras interpreto me veo obligado a quedarme, conocer y compartir siquiera unas horas. Y en este hecho fundamento esta Memoria.

He tenido el privilegio de acercarme con mis romances a los 10 pueblos que constituyen esta comarca. De un forma u otra he tenido encuentros, conversaciones, y poesía compartida.

He descubierto que existe un denominador y una memoria comunes. Que todos estos pueblos viajan en el mismo barco por razones de historia, y de alguna forma todo eso se traduce en memoria oral.

Hombres y mujeres disfrutan del amor a la poesía oral, aquella que aún albergan ciertas memorias privilegiadas. Que gracias a esta iniciativa, los jóvenes han escuchado romances por primera vez, interpretados de forma distinta.

En estos textos quiero dejar constancia de anécdotas y momentos singulares que considero ofrecen un paisaje del conjunto de mi gira zenetera, algo menos técnico y más significativo desde el punto de vista de mis experiencias y encuentros durante esos cinco días de estancia en la comarca.


 

jerez1jerez2JÉREZ DEL MARQUESADO

En el Ayuntamiento hay una actividad inusual, mucho ajetreo. Mucha gente en torno de unas cámaras de TV. El evento del avión americano siniestrado en los años 60. Entusiasmo generalizado. La llegada de la mujer de Obama está en los labios de los presentes. ¿Vendrá? Alguien explicaba con fruición al regidor de TV el paisaje de la sierra, y las figuras que la nieve dibuja, perfiles de animales y otras figuraciones casuales, que mis ojos no pueden descubrir. Cuando los cámaras desaparecen la plaza queda desierta. Los niños quieren verse en la tele y por eso se marchan. Es una sesión prácticamente en solitario, pero en el interior de las casas las mujeres escuchan mis romances, mientras cocinan. Llega el camión del butano y quiere pararse. El ruido del motor es molesto y le hago señas para que continúe su marcha. El conductor me hace un gesto contrariado: quería escuchar (!) Yo descubro su interés cuando ya es demasiado tarde, y lo siento. Lo mejor: el gesto de la madre deteniendo a la hija por escuchar mi romance de San Antonio. El sol cae plano y contundente a esta altura de la comarca, demasiado para cualquiera. Pregunto: un lugar fresco para pasar la "siesta". El técnico me informa con detalle de la Fuente Terrones. He de caminar barranco adentro. Me voy a Cogollos en busca de Los Mellizos, sin éxito. Sólo puedo observar en el piso superior una enorme bandera nacional y su apoyo incondicional a la selección. Tan cerrado parece que se fueron a Suráfrica. En el camino paro a preguntar: Las minas de Santa Constanza -bello nombre para unas minas- pero el informante me advierte: el camino no admite coches como el mío. Las ruinas de los edificios se recortan al pie de la sierra como un triste mensaje de lo que no pudo ser. Los holandeses llegaron hasta aquí? El cobre de las monedas pudo llegar a salir de ahí? El entorno y las siluetas de ladrillo invitan a acercarse, pero no a estas horas del medio día. Me alimento de tapas y cañas, demasiadas para una buena alimentación, y me voy a la fuente fresca. Cuelgo mi hamaca y paso un buen rato. La carretera de Alquife serpentea sobre el barranco, pero entre tanta vegetación paso desapercibido. Castaños, chopos, olmos, por qué no están repartiendo sombra en las plazas de estos pueblos?

Lanteira1Lanteira2 LANTEIRA

Me sorprende que ya me estén esperando. El cable de la conexión ya se halla disponible, la puerta del Ayuntamiento abierta y el encargado sentado con un grupo de vecinos. Las escaleras de acceso a la iglesia me invitan a instalarme allí. Pena que no sea posible. Sería un anfiteatro aceptable. En los bancos de la plaza un grupo de jóvenes descamisados beben litrona con discreción. A la derecha el bar de la plaza los surte de recursos, a ellos y al resto de parroquianos. La plaza es amplia y bien dibujada. Fuente fresca en el centro. Qué buena disposición de los vecinos, van a por sillas. Una mujer en primera fila sigue con los labios las palabras de los romances, a veces con unos milésimas de segundo de retraso, como a la espera de mi versión; y también como sistema mnemotécnico, ejercitando la memoria. Veo veraneantes como antaño en los pueblos: hijos que regresan. Los flamencos no han aparecido a cantar como me habían advertido. Supongo que mi repertorio tendrá algo que ver. Este viento ha de ser parte del microclima. Hace viento casi a todas horas. La balaustrada del Ayuntamiento me hubiera servido perfectamente, pero mis cartelones no aguantan estas corrientes. Público, mucho público si lo comparamos con la mañana. Todas las sillas ocupadas. Al término me encuentro en el bar ante un refresco. A mi izquierda un paisano músico. Trompetista en la banda, y estudiante de trombón de varas en Guadix, con más de cincuenta años(!). Bravo! Me alecciona sobre el viento, pero de fraseos musicales, todo un arte. Se alarga la conversación, pero el regreso se impone, que ésta es sólo la primera etapa. Me quedan 8 sesiones. Sólo me inquieta la voz, llegar a la décima.

Cogo1Cogo2 COGOLLOS DE GUADIX

En la plaza me encuentro a quien me acompañará. Me explica, como es evidente, que en la plaza no hay sombra y que nos vamos a la Escuela de Música. Vuelvo a acordarme de los castaños. La iniciativa es singular: una escuela para músicos de banda en el verano. Cuando llego todo el mundo está trabajando. Me llama la atención las lecciones que se imparten bajo unos olmos. El ambiente es relajado, la mejor manera de enseñar. El profe es de Burjasot o de Paterna. He de esperar el timbre para conectarme, el enchufe está en el aula a mis espaldas. En el interior suena un permanente fraseo musical, una línea argumental y un coro que trata de repetir. Esto es constante, así que más vale que mis oídos se acomoden. El profe silba de vez en cuando; también chistea; creo que se dirije a los y las alumnas que pasan o llegan para incorporarse a las clases. En realidad es un sonido casi tan constante como el de los clarinetes y las trompas. No logro descifrar los mensajes. Yo a lo mío. Llegada la hora observo un grupo de infantil sentándose a mi izquierda. Bueno, si aguantan será un milagro. La sesión no está mal, voy avanzando, hasta que el milagro no se produce y los niños se van levantando. Estaba previsto. Por lo demás no hay más deserciones. Cierro en Los Mellizos, como era de esperar. Quien me atiende me ha visto, y me alegra que le haya gustado. Es el dueño. No pregunto por su hermano, aunque no lo veo. Sirven buenas tapas y casi caigo en la tentación de quedarme a comer. Pero hoy ensayaré el viaje relámpago: ida y vuelta a Granada, tengo el frigo vacío. Llega el profe, acompañado, cruzamos un saludo, sin emociones. Me despido y me despiden deseándome el regreso. Me alegro de nuevo. Al marchar, Santa Constanza me despide con su tristeza característica. Me invita, pero no tengo un 4X4, que serían 16, según un vecino de Ferreira.Cogo3

artesonadointerior ALBUÑÁN

Pequeño y tierno, a mis ojos, este pueblecito, casi el más pequeño de la comarca. Llego a la plaza con facilidad y aparco en la calle principal. Al bajar llama mi atención el armazón a modo de pérgola que se asienta en una esquina de la plaza. Tiene un diseño cubista. No sé para qué podría servir: se halla huérfano de enredaderas, plantas o lo que fuera que pudiera trepar. Unas luces de neón sobre las barras superiores quizá las enciendan en las fiestas... o al caer la noche, no me acuerdo. Una enorme valla anuncia la última inversión institucional: la restauración de la plaza. En busca de información me adentro por la calle principal. Veo mi cartel en la vitrina de una oficina. Parece gestoría. En mi deambular me encuentro con un grupo de mujeres, entre ellas la alcaldesa y una de sus concejalas. Me presento. Acabamos yendo a la iglesia para observar los resultados de la inversión que la valla anunciaba. Efectivamente se halla remozada y pintada, y el artesonado limpio y restaurado. Es un buen trabajo. Pero lo más interesante es descubrir las hornacinas de los dos santos complementarios: San Francisco y San Antonio. Me alegro del descubrimiento. Es aquí donde mi romance cobra todo su sentido. Llegamos a la sacristía y al patio que oculta bajo el cemento el viejo cementerio del pueblo. Se observan algunas huellas de las revueltas anticlericales de la preguerra, pinturas con desperfectos y agujereadas. Una familia de palomas vino para quedarse, allá arriba, bajo la cúpula. Salimos y hablamos sobre el pueblo. La Alcaldesa me dice que cada año son menos los que vuelven en verano. Desaparecidos los primeros emigrantes, las generaciones posteriores están perdiendo las raíces. Al mirar a mi alrededor, llegado el véspero, observo menos bullicio de lo habitual, menos niños, menos coches. De qué viven ahora?, es mi pregunta. Ayudas institucionales. Quién quiere regresar para quedarse? Nadie? Los bancos de la plaza vienen acogiendo a los espectadores. Allá, a lo lejos, se ocupa en banco de la izquierda. No importa, el sonido les llega. De nuevo el viento, en soplos enérgicos, quiere llevarse mis cartelones y los protejo como puedo. San Antonio está presente en la memoria de estas mujeres. Les gusta mi propuesta y cierro con Marianita. Cuando voy a recoger observo que la silla de préstamo se nos ha olvidado. Un niño trae a la Concejala de vuelta con las llaves. Mientras cargo veo que en la plaza queda poca gente, a pesar de la noche fresca de la sierra. La Alcaldesa tiene razón: cada vez vuelven menos.

plaza2plaza

alquifealquifeALQUIFE

Aquí también se presiente la fiesta próxima. Hay una cierta agitación en la plaza del pueblo. El cable atraviesa una distancia de más de 50 metros, desde la casa de una vecina, que luego sería la madre. Sol y viento, familiares. Por la puerta de la iglesia sacan unas andas, vacías de santo, no sé si para la práctica costalera o para quitarle el polvo. Cuatro coehetes suenan cuando comienzo los primeros acordes. No sé si me anuncian a mí o es que la banda da un garbeo. Pasa el tiempo y no oigo nada. Sería por mí. El sol avanza, junto con los espectadores, hacia los laterales de la pared en que nos hallamos todos. De repente lo impensable. Una mujer se sienta ahí, delante de mí, sólo que en la parte cálida -más bien abrasadora. No puedo evitar un gesto de sorpresa. Pero he aqui que no viene sola. A mi derecha hace lo mismo otra mujer. Parece que acaban de llegar de algún lugar lejano. Y ahí se están, hasta el final. Y con progenie. Magnífico, porque yo a mí mismo no me hubiera concedido tanta espectacularidad. He de revisar mis postulados. Termino entre felicitaciones. Una anciana me abre trabajosamente la puerta, cuando llamo para devolver el cable. Yo le pido disculpas pero ella le quita importancia.

puertaplazaplaza LA CALAHORRA

Cuando termino en Alquife me dirijo al castillo. He sabido que hoy es día de visita. Camino por el pueblo y subo hasta la atalaya. Me cercioro del horario y regreso. Al pasar por una calle encuentro un obrero afanado con una hormigonera. Le pido información: ¿dónde come un obrero? ”en el hotel” - otro estereotipo que se desmorona. Porque el hotel tiene aspecto de lujoso. Tienen un menú barato por 10 euros. Y así es. Menú a elegir entre tres platos. Dan las tres y media y me voy al castillo. Un grupo de ingleses ya aguardan a que alguien abra. Yo he subido en coche por el simple hecho de buscar refugio a la sombra de su fachada norte. Me he jurado que no lo repetiré. Las golondrinas hacen alardes para entrar en sus nidos, enfrentando la fuerte brisa montañera: nunca entran a la primera, quizá por despistar. Cuando me decido, coincido con un grupo variopinto de foráneos. Una familia francesa se detiene ante la puerta y pregunta el precio. 3 Euros. Y los niños? El encargado mira a los niños y los ve adultos a pesar de ser pequeños. Supongo porque sólo abre los miércoles. El padre se niega y amenaza con no entrar. La madre lo mira con cierta contrariedad en sus ojos, no sé si algo de pena. No es para menos sabiendo que hay que volver a bajar y son las cuatro y media, en España. El guía mira al suelo. Nada que hacer y se dan la vuelta. Yo pago ese precio sin reschistar. Tras la visita comprendí que lo más sobresaliente del castillo no estaba dentro sino fuera. A pesar de todo el mármol italiano. Se construyó en tres años por razones manifiestas: necesitaban mostrar rápidamente quienes eran los nuevos dueños. Por ello está en esa loma, sobre las ruínas de alguna antigua alcazaba. No hay nadie que no pueda verlo en la comarca. Es hacia afuera donde adquiere su verdadero significado. No he podido retener en la memoria el apellido de aquella marquesa, sobre el dintel, a la entrada de su noble cuarto, pero puedo imaginármela temblando de frío mientras la escarcha serrana cubre la comarca. El guía, digo yo, portero o lo que fuere, podría agenciarse un manual. No sé, algo de historia. Siquiera fuera en beneficio propio. Tanto lo agradeceríamos. Y de un salto a la Rosandrá. Todo un descubrimiento. Caminando voy hasta el merendero. Me encuentro con un viandante, andariego, y cruzamos unas palabras. Qué placer este paseo. Se hace tarde, y a la plaza de toros, que es lo que me espera. Hay un rincón junto a la iglesia que me gusta y no por aficiones clericales que de pequeño quise ser torero. Por eso de tener al público sentado. No hay suerte, a la puerta de toriles. El viento aquí se apiada y puedo colgar carteles. Mientras llega un Ibiza poniendo ambiente. Es prudente el conductor y para la máquina. Consigo hablar con ellos. Chavales del Marquesado haciendo algo para pasar el rato. Camionero en paro, muy joven. Menos mal, se quedaron al fondo a escuchar mis propuestas.De nuevo romances conocidos, estamos en familia. Al terminar, una invitación. Dejarán recado en el Manjón, para que tome algo. Ya en la barra dudo. Pregunto o no pregunto? Y pregunté, no por no pagar sino por saber, gusanillo de las dudas. Ja!, No sé por qué lo había imaginado. Es la farándula. De vuelta a casa.

dolardolarDÓLAR

Vaya, aquí también alcanza la influencia de Obama. Mientras llego voy pensando en lo que todos. Con ese nombre, inevitable. Aparco en las puertas del Ayuntamiento y se agradece que no vengan a multarme; cosas de la urbe. La única sombra, en la esquina, justo donde han puesto un banco. Si hubiera ido en invierno no lo entendería. La ubicación del banco quiero decir. Hoy estoy de acuerdo en la elección. Claro que el banco está ocupado. Pero los vecinos se muestran compresivos para lo que necesite. Me apropio del lugar que no del banco, y pongo una silla municipal sobre la acera. El resto del equipo sobre el asfalto. Ya me voy manejando. Aparece una vecina, antes del Albaicín. Albricias, caras conocidas. A mitad de sesión una furgoneta elevada me hace parar: el cable flotante que me une eléctricamente al Ayuntamiento corre peligro. Un vecino se encarama hasta el balcón y lo eleva. Magnífica disposición. Y sigo adelante. Romances conocidos. Y sorpresa final. Esta mujer se sabe casi todos los romances. Alguien dice que el Gerineldo. Me asombro, porque en estas tierras pocos lo conocen. Le ruego que se siente y nos lo cante. Insisto. Se sienta y lo recita. Alegría. Cuando todo ha acabado, no sé por qué termino hablando del castillo y los moriscos, y un anecdotario sobre el cardenal Cisneros, aquel esclavo guanche que envió a Sevilla. Y de repente, frente a mí alguien confirma lo que digo, que se quedó en Alhama. Sorpresa. Quién es este hombre? Guardia civil retirado. Increible. Lo encuentro después, en el bar de turno y me muestra el comentario de prensa: Ideal del 5 de agosto. El origen del dólar. El mismo chiste que todos imaginamos. Tapeo. A la hora del café regresa mi contertulio. Por qué no al frescor de su casa? Acepto la hospitalidad. Sobre el dintel de su puerta, una pancarta familiar, con gaviotas. Pasamos un buen rato. Ya me voy para Huéneja. Sorpresa. En el camino me encuentro con el mismo viandante de la Rosandrá, de ayer. Ahora hablamos un poco más. Está haciendo rutas y senderos. Es hijo del Marquesado. Y profesor en Melilla de la Univ. de Granada. Ahora ha vuelto. Veo cómo se aleja en el paraje hacia Dólar, en solitario.

huenesanHUÉNEJA

Un laberinto. Llegar al centro me ha costado. Queriendo entrar me veo salir. No daba con la puerta, a pesar de las ayudas. En la plaza me espera el juego de unos niños, un gran escenario, la corriente eléctrica dispuesta, dos mujeres charlando junto a la calle, pero nadie del Ayuntamiento. No pasa nada, paciencia. La foto deja constancia de mi llegada, me refiero al reloj del consistorio. Me paseo, me entretengo, voy y vengo. Nadie. Los niños se lanzan trozos de mosaico. Algunas lágrimas. Les advierto, soy padre. Las ocho pasadas. No merece la pena este recuento. Me voy a la plaza del santo Francisco, otro Francisco. Un busto de mirada serena que me pide comprensión, él mismo no tiene agua en la fuente y no se queja. Claro que después de morir en China yo si que no puedo quejarme. En la esquina aparece la Concejala. Voy a la plaza, pero no ésta. Monto en la tarima. Inicio la sesión de pie, pero aprovechando la acogida pido una silla a los vecinos de la izquierda. En mitad de la plaza se sienta una madre con su hija. Y a su alrededor comienza a congregarse gente. Bien. La acogida ha sido mejor de lo esperado, dados los prolegómenos. Ahora, más de cerca, se presenta esa madre. Es narradora oral ahora dedicada a la crianza, en Huéneja, su pueblo. Creo que echa de menos el escenario. Habla sobre mi voz, le gusta. Por cierto, mi voz. He llegado al Jueves y aún sobrevive. Mejor. Gracias!

ferreferreferreFERREIRA

Los hombres están sentados en los bancos junto a la fachada principal del Ayuntamiento. Jubilados, y supongo que algún parado también. Entre ellos, un pastor de ovejas, de tez clara y rubicundo, que ya no ejerce. Junto a él un compañero de banco, que alguien dice que en otro tiempo bebía mucho. Es el amable anfitrión que me conduce, más tarde, al club social del pueblo o palacio de Camarón. Destaca un compañero que se sabe el romance de San Antonio de principio a final, y lo muestra andando de un lado a otro, gesticulando, mientras se ejecuta. Las mujeres las puedo ver al final, en la parte de abajo, al pie de la escalera, como asomandose discretamente. El reloj da las horas enérgicamente y hay que parar. Alguien familiar, acodado en la baranda, me sonríe, es joven todavía. O sea, emigrado. Barcelona. Ahora en paro. Todo eso lo descubro después, sentado en la mesa con su familia, en este club de Camarón. Gracias a ella se come en casa. Ella es cocinera de escuela infantil, y se ha independizado con su propia cocina, nada de catering. El hijo se quedará este invierno. Menuda experiencia, con 17 ó 18 años. Me alegro de la propuesta. Hartos de la urbe. Esto sí que habría que apoyarlo: el ensayo del regreso. La cocinera del club-camarón es magnífica. Me prepara un plato tradicional en cinco minutos. Y además tiene las mejores tapas de todo el Marquesado... lo siento, así me lo parece. Los caracoles son muy buenos. Las paredes de este sitio se hallan vestidas con imágenes del de la Isla, en cada rincón. Cuando llega el artista, me refiero al camarero, le pido un ejemplo, pero se le olvida, o no está por la labor. Cuando paro a darme cuenta, está sonando una percusión repetitiva, sin mas, estilo seat Ibiza viernes noche. Echo de menos a Camarón. Los compañeros de mesa de los catalanes son de Alquife. Él vive recibiendo cursos, el último es de albañilería (?), y con ello se mantiene la familia. Me vuelvo al banco. Yo estoy tocando sentado en las escaleras, todo el rato. A medida que avanzo voy removiendo alguna clase de potaje de versos en la memoria de mis oyentes. Unos asienten, otros repiten, otros recuerdan, y otros, escuchan atentamente sin perder detalle. El Alcalde llega de improviso. En realidad es casi un aparecido, como que de repente estaba ahí, delante de sus vecinos. Yo no lo vi llegar. Percibo un buen ambiente. Vuelvo al pastor y hablamos del frío. De los carámbanos y el pienso del invierno. Si aquello está lleno de vacas, cómo sobreviven? Me da que pensar. Quien entiende esto? Un pasado floreciente, disputado y codiciado por señores de toda laya, fértiles huertas... y hoy? Me voy a la Rosandrá. Mi hamaca entre dos chopos, que en seguida cambio por dos castaños. Cuestión de hormigas. Recostado, balanceado al ritmo de la brisa, divago. Bueno, si hace tanto frío, por qué no hacen cubitos de hielo para el verano? Recuperen los molinos, las huertas y la pequeña granja. Aprovechen lo que la tierra les da, les regala, porque quizá ese frío sea un regalo... porque no mirarlo de otra forma? A mi última sesión.

aldealdeALDEIRE
Extraño. No tiene plaza. Tiene Ayuntamiento, iglesia, y espacio, pero no tiene plaza. Plaza común para compartir, para reñir, para disfrutar. Yo fui buscando esa plaza y me descorazoné. Los niños que allí hallé no jugaban, tampoco. Y es que en realidad el coche es el dueño y señor. Aldeire no tiene plaza pero tiene una hermosa vegetación, poblada de castaños, chopos y olmos. Aldeire es un placer para andar y descubrir, río arriba. Aldeire no tiene centro, y creo que nadie lo busca. Tiene calle donde todo transcurre, y será suficiente. El Ayuntamiento tanto le gustó esa calle que se fue al otro extremo, con peligro de perderse campo a través. Pero no importa. Sus mujeres tienen tanta buena memoria como en todos los demás pueblos del Marquesado del Zenete. Los mismos romances. El mismo interés. Y un bar, frente a la escuela, poblado de gentes, los que están y los que han vuelto a los frescos. Sirven tapas muy buenas, pero nada que ver con Ferreira. Mi sesión, en una silla de infancia, a baja altura, casi a ras de tierra. Supongo que la voz gana con ello. Porque he llegado a la décima y mi voz sigue adelante, casi madurando como el jamón de la sierra. La prueba, el comentario de la maestra. Sale en bata de muselina veraniega a buscar unas llaves. “Canta usted muy bien”. Cierro con pena. Me hubiese gustado una semana más, no sé, volver de vez en cuando, con más romances. Que no acabara durante un tiempo.

 

Javier Tárraga

Terminada en Granada, a 22 de agosto de 2010

REPERTORIO DE ROMANCES INTERPRETADOS

Abenámar

Ay de mi Alhama

Qu'es de tí, desconsolado

San Antonio y los pajaritos

El veneno de Moriana

El enamorado y la muerte

El prisionero

Mariana Pineda

Conde niño

La serrana de La Vera

Bernal Francés

La infantina encantada

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